La mayoría de las reconstrucciones con implantes requieren utilizar expansores en un primer momento. La expansión es un proceso que consiste en dilatar la piel y el tejido celular subcutáneo -de la zona del tórax- mediante un implante que se llena progresivamente en visitas ambulatorias -sin ingresar en el hospital- hasta conseguir el espacio necesario para albergar una prótesis definitiva.
Se trata de un proceso parecido al que experimenta el abdomen de la mujer durante el embarazo.
El primer paso de esta intervención consiste en crear un espacio bajo el músculo pectoral mayor para colocar el expansor, que actúa como una especie de implante temporal. Se trata de un procedimiento sencillo, aunque hay que calcular correctamente el tamaño del espacio que se genera bajo el tórax: ni demasiado grande como para que el implante se mueva ni demasiado pequeño como para que el implante quede excesivamente firme o se deforme.
A partir de aquí, se introduce el expansor vacío y se completa con la cantidad de suero salino conveniente para crear un primer volumen. Ese implante temporal incorpora una válvula que, mediante un pequeño pinchazo indoloro, permitirá administrar a través de la piel el suero salino que rellena la prótesis.
Después, el cirujano pone un drenaje y cierra la incisión con puntos absorbibles, que no requieren extraerse después. Para completar este proceso, la paciente pasa unos dos días hospitalizada y, cuando se le retira el drenaje, puede regresar a su domicilio con un sujetador de tipo deportivo, sin costuras.
Allí conviene que repose durante 3 o 4 días y que, una semana después de la operación, se incorpore a su actividad habitual.
Cuando la paciente se haya recuperado, el expansor se va inflando progresivamente con suero salino durante varias semanas (entre 4 y 6 meses, aunque el período exacto depende de la elasticidad de la piel y de la tolerancia al proceso) para crear un espacio o bolsa bajo la musculatura de tamaño suficiente para alojar el implante de la forma más natural posible y, así, reproducir la forma de la otra mama.
Aunque este procedimiento de relleno dura poco tiempo y normalmente no resulta doloroso, presenta algunos inconvenientes: además de tener que visitar la consulta del cirujano de forma regular (cada 2 o 3 semanas) hasta que el expansor se haya inflado del todo, se puede experimentar tirantez y molestias después de cada sesión de relleno y dificultades para vestirse con ropa que se ajuste a la expansión progresiva del pecho.
Como el pecho cambiará continuamente de volumen, se pueden utilizar pequeños rellenos de algodón en el sujetador para compensar la diferencia con la otra mama. Es más, durante la última fase de expansión se suele rellenar el implante un 20% más de lo necesario, de modo que durante ese corto período de tiempo la mujer suele necesitar esos rellenos en el sostén del pecho sano.
Una vez finalizado satisfactoriamente el proceso de expansión, hay que dejar pasar unas semanas para que el implante y la piel se asienten, antes de sustituir esa prótesis por una de definitiva.
Sólo a partir de este momento se puede realizar una segunda operación para reemplazar el expansor por un implante final y de volumen fijo. En comparación con la primera, esta segunda intervención para colocar el implante definitivo resulta más rápida -dos o tres horas de duración- y menos dolorosa. Al finalizar la segunda cirugía, que requiere anestesia general, se coloca un drenaje quirúrgico junto al nuevo pecho y un vendaje alrededor del tórax para reducir la inflamación o tumefacción.
Pasadas 24 horas, el cirujano retirará ese vendaje y la paciente podrá ver, por primera vez, el nuevo pecho. Ahí ya apreciará una mejora en la apariencia de la mama, con respecto a la forma y perfil logrados en la primera fase de expansión.
Sin embargo, aún falta algo de tiempo para alcanzar el aspecto definitivo del pecho reconstruido. En realidad, el seno necesitará unas semanas para librarse de la hinchazón y que el implante se sitúe de forma más natural y más o menos definitiva.
En algunos casos durante esta segunda operación, se practica alguna de las técnicas quirúrgicas disponibles para que la otra mama sea lo más simétrica posible con la del implante: es decir, elevación, reducción o incluso aumento del pecho sano.
Los implantes con expansores sólo se pueden aplicar en mujeres con la zona pectoral lo suficientemente saludable como para permitir la expansión. De forma específica, la mayoría de los cirujanos coinciden en que los implantes no son la mejor solución para las mujeres que han recibido radioterapia.
La radiación reduce la circulación sanguínea y la elasticidad de la piel y de los tejidos subcutáneos, de manera que la piel quizá no se expanda lo suficiente para acomodar el implante sino que lo oprima o lo deforme. Tampoco se recomienda este tipo de intervención a:
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